Nos conocimos la mañana en que llego a ser el remplazo de nuestra maestra de diseño; nunca supimos por que Doña Florinda, como yo la llamaba, se fue de la universidad, recuerdo haberla visto un día en algún centro comercial pero ya no era ni la sombra de la mujer veía en las aulas, había envejecido de un momento para otro y su cabeza estaba cubierta por un gorro de lana color azul oscuro que ocultaba su calvicie.
En un principio Juana me pareció una persona antipática, yo me refería a ella como la rata, la veía tan parecida a aquellas personas que ven a los demás por encima del hombro, esa clase de personas a las que pides un favor y se hacen de rogar cual si fueran el puto ombligo del mundo, solo verla me resultaba insoportable y por supuesto mis malos sentimientos desde un principio fueron sacados a flote.
Pasaron semanas de estar harta de su clase y de su pedantería, hasta que ocurrió lo que hoy creo inevitable; una mañana me descubrí esperando entrar a su clase con la excitación de cuando esperas algo por mucho tiempo y por fin llega, hoy día entiendo que aquella excitación se convertiría en lo que cambiaría mi ser para siempre.
La mañana del cambio, como yo la llamo, entre a clase con una actitud bastante diferente a la de los días anteriores, ocupe mi mesa de trabajo y al poco tiempo de estar sentada me quede mirándola fijamente, debo aclarar que fue involuntario, como cuando miras hacia a un punto fijo mientras piensas en barcos que vuelan, elefantes en tu bañera y cosas por el estilo, en ese momento yo la miraba pero no pensaba en ella, tan solo escuchaba a lo lejos su explicación sobre algo que ya sabíamos, imagino que nos volvía a explicar lo de los puntos, líneas y planos para llenar el espacio o porque su interés en enseñarnos era realmente sensato y comprometido.
Cuando Juana se percató de mi desconcentración, me pregunto sobre lo que estaba hablado, naturalmente no supe que contestar, mis mejillas se pusieron rojas, las orejas me ardían, y solo atine a decir:
- ¿algo que tiene que ver con líneas y punticos?
Ella sonrió, mis compañeros carcajearon y yo sentí morir.
- bueno creo que no alcanzaste a llegar a venus, ibas dejando la esfera terrestre cuando interrumpí tu viaje a los confines del universo. –comento.
¡Qué vergüenza y falta de cuidado! si ella era la persona que no quería tener cerca, ¿cómo podía ser tan tonta de darle la oportunidad de hacerme quedar mal?
En el fondo lo que más me molestaba era quedar mal con migo misma, así que decidí dejar la clase para salir a fumar y pensar en lo que había pasado, sobra decir que es un incidente que nunca me perdone pues de haber sido distinto yo no estaría aquí en este momento, y mi vida seria de la cualquier chica de 19 años; después de fumar y pensar en lo estúpida que había sido, decidí volver al salón de clase, pero cuando entre una pregunta se apodero de mi cabeza: ¿Cuál era la verdadera razón por la cual me molestaba quedar mal frente a ella?
Tratando de guardar la compostura y no llamar mucho la atención, abrí la puerta del salón muy despacio y me escurrí con pasos cortos hasta la mesa donde estaba mi laptop, cuando ocupe mi lugar Juana caminó hacia mí en un movimiento que me pareció de otro mundo, nunca vi a una mujer caminar de ese modo, su cabello negro, largo y suelto perfumaba el aire, se movía de un lado a otro de forma armónica mientras con su zapatos rojos marcaba una línea impecable, cada paso aceleraba mi respiración y sentí miedo de tenerla tan cerca. Cuando estuvo junto a mí pregunto:
- ¿Sabes lo que tienes que hacer?
Sensaciones que nunca había experimentado se apoderaron de mí, sentía vergüenza y a la vez no quería dejar de experimentarlo, decidí que debía tener una explicación para identificar lo que me producían sus hermosos, expresivos, negros y muy trayentes ojos, balbucee una respuesta y luego respondí de forma clara:
- La verdad es que no, estaba afuera.
Se mostró comprensiva con mi falta de atención y mi irrespeto por la clase, lo cual me sorprendió, Luego dijo:
- Te lo voy a explicar fácilmente. ¿Me has visto caminar?
En ese momento palidecí, ella sabía la atención que yo había prestado al verla venir hacia mí, trate de darle poca importancia para luego responder:
- Si te he visto caminar.
- ¿Y por qué has prestado tanta atención a ello y no a la clase?
- Lo siento.
- No te preocupes, mira es más sencillo de lo que parece, te voy a dar un ejemplo: cada paso que di hasta aquí va a simbolizar un punto, la continuidad de estos pasos-puntos crea una línea. es eso lo que debes hacer, hoy jugaremos con líneas y punticos.
Al terminar su explicación sonrió y toco mi mano, luego se dio vuelta y fue a su escritorio; mi atención se acumuló en ver como movía su cabello, piernas y cadera mientras caminaba, un conjunto de sensaciones que estoy segura siempre me hubieran parecido hipnóticas e irreemplazables.
En la tarde después del ajetreo universitario me descubrí pensando en lo que había pasado en la mañana, múltiples dudas me afligían: ¿A qué se debía lo que sentí cuando se acercó, me hablo directamente y me toco la mano? ¿Por qué sentía que no quería quedar mal frente a ella? ¿Por qué esperaba su clase, si en particular era la materia que menos me importaba, no se supone que la odiaba con solo verla?
Pasaron los días y logre seguir con mi vida lejos de pensamientos que recordaran tales emociones, además con el fin de semana llegaban de mis 19 años, un cumpleaños que sin duda había que celebrar con una hermosa noche de copas, chismorreo y diversión.
Imposible no recordar la celebración de mis cumpleaños, fue mágico, reuní a casi todos mis amigos en un bar local que me gustaba mucho, a eso de la media noche todo era diversión, la música rock era de lo mejor de los 80´s, un grupo de chicos nos enviaban tequilas que no estábamos dispuestos a malgastar y entre chiste y chanza me entere de cosas que no creí pudieran ser ciertas, en conclusión todo iba tal y como lo había planeado hasta que en medio de una carcajada mire hacia la puerta del lugar y vi entrar a Juana.
Esa noche la vi más que hermosa, llevaba un look bastante cómodo, una chaqueta de cuero pegada al cuerpo que dibujaba una cintura pequeña, un jean que sugería he trabajado todo el día merezco una copa, una camiseta donde se leía kill them all and let god sort them out y por ultimo esos zapatos rojos que simbolizaban puntos que al ser consecutivos se convierten en líneas. Afortunadamente no me vio, así que decidí echar en saco roto que ella estaba allí y seguir con la celebración.
A las tres de la mañana acabó la fiesta, estaba muerta del cansancio y algo tocada por el alcohol y el tequila enviado por los chicos malos de la barra, me despedí de todo el mundo y salí a tomar un taxi.
Frente a la puerta del bar vi claramente a mí no tan odiada profesora discutiendo con una chica bastante guapa, un acto más que bochornoso y de mal gusto, cuando se percató que yo estaba allí la dejo con la palabra en la boca vino a mí con naturalidad y se detuvo frente a mi mientras buscaba en los bolsillos de su chaqueta un paquete del tamaño de una caja de cigarrillos que me extendió y yo tome en mis manos; luego sin decir nada se dio vuelta y continuo hablando con la mujer guapa de antes.
Sorprendida por su actitud abrí la cajita inmediatamente, en su interior había un anillo de plata con una hermosa piedra de color rojo que hasta hoy desconozco como se llama, pero que por supuesto aún conservo, al ver el espléndido anillo fui hacia ella, interrumpí su pelea con la otra chica y dije:
- gracias, es muy lindo.
- Feliz cumpleaños. Respondió.
Me di media vuelta con la impotencia de no haberle dicho nada más, tome el taxi y fui a casa tratando no pensar en lo sucedido.
En la mañana del día siguiente una guitarra eléctrica que sonaba dentro de mi bolso me hizo despertar, era Francisco quien llamaba, Francisco era de algún modo mi novio de hace año y medio, los últimos tres meses había tenido que viajar por asuntos de universidad, el primer mes nos llamábamos día por medio, después cada ocho días y por último ninguno hacia el deber de buscar al otro, no conteste, vi su foto en la pantalla del teléfono con el mismo desprecio con la que miro las horribles imágenes de las cajetillas de cigarrillos y deje que el solo de guitarra de Joe Satriani terminara por despertarme.
Sin ganas de volver a conciliar el sueño decidí ponerme en pie, bañarme, vestirme y salir a desayunar, no sin antes abrir la pequeña caja que me dio Juana, me tumbe un buen rato sobre la cama y pensé en todo lo que había sucedido. Mientras observaba el anillo me asaltaron más preguntas y inseguridades, ¿Cómo sabía que estaba de cumpleaños? ¿Por qué llego al mismo sitio donde yo estaba? ¿Por qué me regalaba algo si ella era mi profesora y yo solo era una alumna como cualquier otra? ¿Quién era la chica que la acompañaba y por qué discutían?
***
Sin más remedio que soportar lo que vendría llego de nuevo el inicio de semana, lo que implicaba volver a la universidad y sobrevivir a lo que sucedería al ver a Juana, era obvio que algo debía haber cambiado.
Entre a su clase como siempre, solo que más excitada que nunca, logre ocultar mi emoción y afortunadamente la clase transcurrió de forma normal, sólo hasta cuando todos se fueron Juana se dirigió a mí:
- ¿qué tal tú cumple? Preguntó.
- Bastante bien, gracias por el regalo es un anillo hermoso –respondí.
- Me alegra que te guste, lo hice en mi taller el otro día. ¿Te apetece un café?
- Más bien una cerveza.
- ¿El bar de tus cumple a las siete de la noche?
- Vale, te veo allá.
Mi nerviosismo y mis ganas de decirle que no eran inmensas, pero sabía que la única forma de resolver mis dudas era lejos de los salones de clase y dejando de lado las estúpidas figuras de autoridad. A las siete en punto llegue al bar y Juana ya estaba allí, la verdad no sabía cómo saludarla o que decirle, afortunadamente ella habló primero:
- ¡Que puntual! - Dijo.
- Si, es verdad. No me gusta llegar tarde a ningún lado.
- Me alegra, así tenemos más tiempo para conversar ¿quieres algo? - preguntó.
- Una cerveza muy fría, eso es todo.
Nos sentamos, nos mirábamos pero no sabíamos que decirnos o por donde comenzar, cuando tome el vaso de cerveza Juana cayó en cuenta de que yo llevaba puesto el anillo que me había obsequiado.
- Al parecer te ha gustado. - Comento.
- La verdad es que sí, es muy lindo, y el rojo de su piedra me gusta, a ti te vendría muy bien con esos zapatos rojos que te pones.
-¿Ósea que también te gustan mis tenis? –pregunto.
-Me parecen lindos. – respondí apenada.
Nos miramos a los ojos y reímos mostrando una confidencialidad que había nacido de la nada, sentí que éramos amigas, cómplices y de cierto modo culpables de lo que ocurría, durante tres horas las palabras y la cerveza se conjugaron para darle forma a las historias que me contaba, hablaba sobre como llego desde Pereira para estudiar en Bogotá, las múltiples complicaciones de ser nueva en la ciudad, su paso por la universidad, sus intereses, gustos, fobias y anécdotas.
Me dio la impresión de que había llevado una vida con bastante movimiento, llena de riesgos pero sin la presencia de la mojigatería que tanto aborrezco, es más, me reconocí en muchas de las cosas que contó; creo que esa noche y esa conversación en particular nos hizo iguales de fondo sin importar la forma. Después de un largo rato salimos del bar, yo estaba lo suficiente tocada por el alcohol y el frio me calaba los huesos, así que era hora de ir a casa con la grata sorpresa de haber encontrado con quien conversar después de mucho tiempo. En el momento de despedirnos todo se trasformó y las cosas cambiaron de color vertiginosamente.
Al estar fuera de pub me preguntó si me gustaría acompañarla por otra cerveza a su apartamento, la idea me pareció tentadora pero la rechace al ver que eran más de las 10 de la noche y al día siguiente tenía mucho por hacer, además lo que yo buscaba al acceder a encontrarme con ella ya lo había encontrado: quería despejar mis dudas y resolver algunas de mis preguntas, con el resultado de que tan solo se trataba de la misma curiosidad de la que sufren los gatos.
Es cierto que el rato que habíamos pasado juntas fue amigable y enriquecedor, pero no me sentía cómoda acompañándola a su casa, simplemente podía irme con la satisfacción de saber la explicación a lo que me abrumaba, me disculpe por no acompañara escudándome en un trabajo que debía entregar al día siguiente a primera hora, ella asintió sin ocultar su desilusión y se acercó a mí para darme un beso como despedida; cuando acerco sus labios a mi mejilla termino por darme un beso en la comisura de los labios, alarmada se separó de mi de un salto, yo me quede de una sola pieza y note que se sentía avergonzada por lo sucedido, sentía culpa y movía su cabeza reprochándose lo ocurrido.
- Lo siento. – dijo - perdóname, no era mi intención.
No sabía que decirle, todo había pasado en un segundo, nunca ninguna mujer había estado tan cerca de una forma tan sexual, no podía reprocharle lo que había hecho, era como si algo dentro de mi hubiera querido que lo hiciera.
- ¿Aún sigue en pie esa otra cerveza? – dije desconociéndome por completo.
- Por supuesto – sonrió.
Camínanos hasta donde vivía, su apartamento quedaba a pocas cuadras del lugar donde estábamos, en el trayecto no cruzamos palabra, caminábamos en silencio, supongo que ella iba pensando en lo que pasaba por mi cabeza mientras yo trataba de explicarme por qué me prestaba para un juego que de entrada era más que peligroso de lo que creía, al final llegue a la conclusión
de que sería bueno prestar menos atención a las consecuencias de lo que pasara. Si, era una situación totalmente extraña y compleja, pero aun así era divertida y porque no decirlo: mágica.
Al llegar a su apartamento, resulto que era todo lo que yo imaginaba, un sitio de una sola planta con muchas cosas por todos lados, una sala de estar comida por las polillas, un televisor pequeño y viejísimo, un caballete por allí, pinturas por allá, piedras para hacer joyas de múltiples colores almacenadas en jarrones de múltiples tamaños, un escritorio grande con lápices, y todo esa clase de cosas. En una esquina una pequeña nevera, y separado por una especie de módulos la alcoba y el baño. Ya dentro de su apartamento me sentí incomodísima, mi seguridad y valentía se habían esfumado para volver a pensar en las consecuencias, es más andar a gatas en la oscuridad habría sido más preciso que estar allí después de que me había querido besar y yo había accedido a seguirle el juego.
Juana camino hasta la pequeña nevera y saco dos cervezas, las destapo y me ofreció una, luego se acomodó en el sillón y me pidió que me sentara.
La obedecí a regañadientes, me senté frente a ella y continuamos conversando como lo hicimos en el bar, a los veinte minutos ya no sentía temor, de nuevo me había embarcado en sus palabras, no importaba nada más que estar allí. De repente pregunto:
- ¿Por qué has decidido venir?
- No lo sé - respondí - tan solo actué. Lo que hiciste no sé si me molesto o no, estar aquí en una situación en la que nunca me hubiera imaginado me llena de curiosidad, de ganas de ser valiente y entregarme a una situación sin importar sus consecuencias.
Pero no solo es eso, accedí a verme contigo para aclarar mis dudas sobre quien eres, y porque me intimidas tanto, quería saber por qué llegaste a mi cumpleaños, como te enteraste y por qué me diste un regalo.
- Bueno, creo que mereces una explicación y voy a ser honesta contigo; la verdad es que yo no sabía que iba a terminar queriendo salir con una alumna antes de entrar a trabajar a la universidad, por otro lado me enteré de tu cumpleaños al poner tu nombre en google, ya sabes las redes sociales y todo eso, la vida ya no es tan privada como antes y es bien sabido que la que busca encuentra.
Lo del tu celebración si fue pura casualidad, vivo cerca y voy de vez en cuando, pero el anillo lo guarde en la chaqueta porque lo que entra allí muy difícilmente sale, quería llevarlo conmigo desde que lo hice por si tenía oportunidad de dártelo.
Cuando me explico lo del anillo me sentí, en cierto modo afortunada, era innegable que se había tomado el tiempo suficiente para hacer averiguaciones, le regale una sonrisa como agradecimiento a sus explicaciones, acto seguido me levante de donde estaba y me senté junto a ella descargando mi peso en su costado izquierdo. Cuando me tuvo cerca me dio un abrazo cálido, dulce y sencillo, segundos después su mano derecha tomo mi quijada, levanto mi cara me miro a los ojos con ternura y me beso los labios con decisión y entrega, esta vez no opuse resistencia, fue un gran beso, mi primer beso correspondido a una mujer, un beso exquisito lejos de culpas o reproches.
Cuando terminamos de besarnos todo estaba claro, mis dudas se despejaron y ese pequeño acto se presentó ante mí como verdad absoluta; no necesitaba más respuestas pero pedía a gritos las continuidades, la voluntad y la fiebre que me invadieron después de ese primer contacto - esta vez a conciencia y voluntad-, hicieron que llevara a Juana hasta la alcoba.
Ya en la cama mientras me besaba empezó a desnudarme y yo hice lo mismo con ella, su cuerpo era algo que no creo olvidar jamás, su piel perlada quitaba el aliento, su cuello largo, sus piernas fuertes y su espalda suave y perfecta que me llenaron de deseo.
Lo que ocurrió después fue inimaginable, nunca pensé que podían llegar a amarme y a amar tan violenta y tiernamente, mi vientre y el suyo estaban dispuestos a la búsqueda del gozo, de forma natural viví mis descubrimientos y me llene de nuevos sabores y texturas, capa palpitar se llenaba de nuestros temblores y en nuestras arremetidas sentíamos escalofríos que marcaban el ritmo vertiginoso de nuestra intimidad. Esa noche experimente la vida, la alevosía y la libertad que nadie nunca podrá arrebatarme, una libertad de zapatos rojos, chaqueta de cuero y nombre de santa francesa, noche de reconocimientos y nuevas identidades.
En la mañana la guitarra eléctrica que sonaba en mi bolso nos despertó.
- Aló, ¿con quién hablo? - pregunte.
- Hola amor soy francisco.
- Hola ¿cómo vas?
- Bien, feliz cumpleaños hermosa, aunque no esté cerca siempre lo tengo presente.
- Gracias por acordarte, la intención es lo que cuenta.
- ¿Cómo así de que hablas?
- Cumplí años el fin de semana, pero no te preocupes, no importa, hablamos después, bye.
Cuando colgué el teléfono Juana me abrazo y me pregunto con quien hablaba, yo le conté que tenía un “novio” que no recordaba la fecha exacta de mi cumpleaños, nada importante. Me beso mientras jugaba con mi cabello, luego se levantó y fue hasta la cocina, cinco minutos después traía un vaso de Coca-Cola como desayuno, lo tome sin decir nada, en un apartamento como ese, es un milagro que allá algo que tomar que no sea agua del grifo, después de beber la gaseosa me pregunto:
- ¿Y ahora?
- ¿Ahora que corazón? –pregunté.
- ¿Pues qué vamos a hacer?
- Yo tengo que ir a estudiar y hacer otras cosas.
- ¿Me vas a dejar sola?
- No me puedo quedar, prometo volver cuando solucione todo.
- Bueno está bien, está bien, me quedare aquí abandonada en mi horrible soledad.
- Enserio, no puedo quedarme, tengo el tiempo suficiente para ir hasta mi casa cambiarme y salir corriendo a la universidad, te juro que esta noche vengo y me quedo contigo.
Después de un beso larguísimo salí del apartamento para enfrentarme a un día nada agradable, me arrepentí de haber dejado sola a Juana para terminar odiando a todo el mundo; así que compre flores y llegue a su casa sin avisar para darle una linda sorpresa.
Cuando llegue, la puerta de su apartamento estaba entreabierta, me asome con sigilo para ver qué ocurría a dentro, en la sala estaba la misma chica con la que Juana discutía el día de la celebración de mis cumpleaños, solo que esta vez se estaban besando. Al verlas deje caer las flores y salí de allí
corriendo sin saber que decir o hacer, llegue a mi casa y me senté a llorar como una tonta, media hora después sonó el timbre, abrí la puerta, era ella.
- Por favor perdóname. – dijo.
- No, ni loca, ¡lárgate!
- Déjame entrar y hablamos.
- No, no quiero, eres una maldita, una mentirosa.
- Por favor déjame entrar.
- No, ¡quiero que te vayas!
ntente cerrar la puerta pero Juana coloco su pie y me impidió hacerlo, finalmente entro y empezó a contarme todo.
- Por favor perdóname, se supone que eso estaba claro, el día de la celebración de tu cumpleaños ese era el motivo de nuestra discusión, ella no quiere entender que ya no vamos a estar juntas.
- El beso que yo vi al llegar a tu apartamento no parece un rompimiento.
- Sí, yo sé pero fue inevitable.
Cuando dijo inevitable, todo se puso oscuro, y no pude controlar mi ira, antes de que Juana terminara la frase tome el objeto que tenía más a mano y le di un golpe en la cabeza que la hizo caer al suelo, trato de levantarse pero yo le di otro y otro más, no podía controlarlo, ella se quejaba, lloraba y en sus ojos se leía un pánico inimaginable, luego dejo de moverse.
Al ver que no reaccionaba, me agache para ver que le pasaba, la rabia se transformó en temor al pensar en lo lejos que había llegado todo, tome su cabeza con mis manos, pero no reaccionaba, llena de terror llame a una ambulancia que llego 15 minutos después, en el hospital dijeron que debido a los golpes Juana entro en coma y murió dos días después.
- ¿Ósea que estas encerradas por matar a una persona que acababas de conocer? ¿la mataste por enfermos y estúpidos celos?
- Sí, no hay otra explicación.
- ¡Que idiota eres!
• S A M A R A •