DEL GUSTO POR LOS INCONVENIENTES por • SAMARA •

Siempre he pensado que los seres humanos tenemos un serio problema cuando de inconvenientes se trata, vicios, situaciones y personas que nos rodean caben en esta definición, pero creo que cabe destacar el placer que en la maldad se invoca, y en lo mucho que en el mal las personas se divierten.

Cigarrillo es igual a ronquera, tos, dolor de garganta, gripa y hasta cáncer, pero aun así no podríamos llegar a tolerar dejar de fumar. Para quienes conservamos este dañino y a la vez tan hermoso habito un buen cigarrillo con tintico, vale más que cualquier tos o dolor de garganta. El diminutivo en la palabra tintico, responde al cariño que a este se le tiene ¿cierto gordis, flaquis, osis?

Otro ejemplo de lo que menos nos conviene es un ser que yo personalmente quiero mucho, este se hace llamar trago, es dañino como un cura en una guardería, pero sin él las noches no tendrían sabor alguno. Sales con tus amigas o amigos, te diviertes y entre la copa que va y viene terminas al otro día con los ojos rojos y las piernas adoloridas, al verte en semejante estado pronuncias una de las preguntas más pendejas que he escuchado: “¿yo que hice anoche?” después de preguntarte semejante barrabasada, mueves la cabeza y te das cuenta que tienes la testa a punto de estallar, siguiendo con tu ritual de quejidos y dolores dices una segunda canallada: “¡no vuelvo a tomar más!” y te dejas caer sobre la almohada. Si este es tu caso, quizás no te convenga tomar tanto, nunca es bueno sufrir de lo que llamo un guayabo potrero: lagunas y cagadas.

También existen los inconvenientes de tipo domestico que en muchas ocasiones te hacen quedar mal, radica en algo que necesitas con urgencia pero ese algo no funciona, el ejemplo más palpable de este problema es en mi caso un secador de cabello que compre hace un año, no funciona cuando yo lo necesito sino cuando a él se le da la gana de servir, dos veces lo he tirado a la basura por salir corriendo a encontrar algún estilista que me salve la vida y las dos veces lo he sacado de la caneca para que el “técnico” me lo compusiera.

Considero ser lo bastante idiota al sacarlo de la basura, eso no tiene discusión, sobre todo cuando soy consciente de que lo mejor sería comprar otro de mejor calidad y que funcione como a mí me gusta que funcionen esa clase de aparatos. Es más, creo que la relación con mi secador se parece mucho a las relaciones de pareja: ¿no se quiere casar contigo? déjalo, ¡alguno otro tonto o tonta atraparas! (es broma, ¡no te cases!)
Por último nos queda el inconveniente por el cual muchos y muchas terminamos mezclando los dos primeros para crear un súper monstruo que de dejarlo, terminara por dejarnos hechas o hechos polvo. Si aún no sabes de qué clase de mal te estoy hablando créeme que la cosa es más frecuente de lo que crees, se trata de una enfermedad que se produce cuando menos se espera, una enfermedad que en momentos determinados de la vida barre con todo de una forma violenta y te saca de base sin preguntarlo, un sentimiento que carcome las entrañas y la mente de quien la padece, esta enfermedad se llama: “enamoramiento”.

Todos hemos pasado por esa bochornosa situación, no hay ser humano que no allá dejado que esa mugrosa enfermedad lo aqueje. Pensar mucho en el otro u otra, morir de ira por un comentario o una llamada que no se hizo, escribir como yo lo estoy haciendo, solo que la temática es diferente pues resultas creyendo que puedes escribir versos como si fueses un poeta, creer que cada mensaje que llega a tu cel puede ser del susodicho o la susodicha, cuando realmente son las promociones de algún operador celular o un insulto de parte de la persona a la que le debes plata.
Toda esta sintomatología es producida por enamoramiento puro, por ejemplo a mí no me basto con decirme: “tranquila Samara, ya has toreado en otras plazas.” Sinceramente en mi último caso, que denominare caso Lisbeth, termine siendo cómplice de mi propia tortura, cuando esto acabo me dejo tan vulnerable y sintiéndome tan imbécil como cuando Chantal, mi ex, se pasó a vivir conmigo de a poquitos, hablemos del proceso de mudanza de Chantal:

Lo primero que hizo fue dejar en mi baño su cepillo de dientes, porque según ella si no se cepillaba con cepillo de cabeza rodante no podía tener unos dientes marca Colgate, así que esperaba a que fuera lo suficientemente tarde para cepillarse y yo por no dejarla ir a altas horas de la noche le decía: quédate. Después fue una sombrilla, decía que si se la llevaba le estorbaba, que venía por ella después; no sé por qué diablos cuando venía a recogerla nunca llovió.

Luego de la sombrilla y el cepillo su excusa fueron unos teni rojos que yo le había regalado, me dijo que los dejaba en mi armario por si me los quería poner, aquí la situación cambió, yo no solo me los puse sino que me adueñe de ellos. Al final su crema para antes de dormir termino robándole el espacio a mi libro de Paul Auster, y en ese instante supe que todo estaba perdido, que dé a pocos me había ganado una compañera de apartamento y que de una u otra forma me sentaba bien tener sexo todas las noches.
No voy a negar que me sintiera como una completa imbécil por permitir que ella llegara así a mi casa, yo si la quería ¡pero no para tanto! La culpa de todo fue de mi ineptitud, mi falta de razón y de conciencia, pero en este caso el problema no es Chantal solo la tomamos de ejemplo para demostrar que son una completa idiota.
Antes de continuar, voy a describir a la protagonista del caso Lisbeth; mujer alta, hermosa, blanca, cabello negro como mi conciencia, cintura delgada, piernas largas, senos firmes, muchos aretes y unos ojos como la albahaca que te sugieren más de la cuenta.

Prosigo con mi historia: además de los síntomas ya nombrados, el caso Lisbeth me había hecho caer es una posición que no me convenía para nada, era más bien como la plusvalía y lo peor de todo es que me gustaba. Que soy una idiota, a estas alturas creo que está claro, pero lo que más me molesta es saber que a pesar de todas por las que he pasado aún pueda caer en esta clase de males de los cuales nadie se salva, cuando esta clase de cosas llegan a la vida es como comprar el baloto ¡llenarse de ilusiones que nunca van a germinar!

En definitiva, no me creo ser capaz de dar consejo o de tener la cura para semejante mal, se de patología y sintomatología, pero no de remedios para el mal de amores, lo que sí deseo dejar por sentado son las decisiones que tome con respecto al caso Lisbeth, hoy que la recuerdo me place promover las medidas que tome y que funcionaron para salir del horrible estado en el que me encontraba, quizás a alguien le sirvan de algo:

Número uno: Salir a beber puede ser como el amor que sientes por otro u otra, al otro día terminas con un guayabo terrible pero aun así siempre te quedas con alguna buena experiencia, eso sin contar que los humanos somos especialistas en volver a hacer lo que nos pone malucos cuando de divertirse se trata.

Número dos: A día de hoy conservo el secador de pelo que funciona cada vez que se le da la gana y aun así tengo otro de mejor calidad que funciona cada vez que se lo ordeno. Esta deducción es aplicable a las relaciones de pareja, por lo menos a las mías.

Número tres: Como de inconvenientes y terquedad se trata debes aprender que cuando a una le gusta algo, ni lo deja inconcluso, ni le deja de gustar, así que se debe luchar hasta al final ¡cobarde nunca!

Número cuatro y última: Si hay algo que hay que aprender en esta vida es saber sobre llevar la terquedad que deja el orgullo herido, y eso amigos míos ¡nos hace únicos!
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